Sonntag, 11. Oktober 2015

Majeaux Mará. Cita #32: El final

Habíamos quedado Majeaux y yo en vernos hoy en Céntrika a la una de la tarde. Ella asistiría por la mañana a su clase de bellydance con [Elisa]. Anoche no terminé de escribirle la carta que tenía pensado entregarle, así que hoy por la mañana me senté a finalizar mis palabras que expresaban mis pensamientos, sentimientos, deseos y mi amor por ella.

Ya teníamos dos semanas de no vernos. Nuestra comunicación parecía estar cada vez más fría. Ella casi ya no me buscaba, aunque sí me contestaba brevemente mis mensajes. El fin de semana anterior hubo un gran lapso de tiempo en que no supe nada de ella, así tal cual. ¡Veinticuatro horas sin saber de ella! Aquella vez esperé a que ella me buscara. Finalmente lo hizo y platicamos normalmente.

Ella ha estado estas últimas semanas muy ocupada por su trabajo, laborando casi doce horas, incluyendo los fines de semana. Además, a principios del mes pasado se cumplió el aniversario del fallecimiento de su mamá. Y justamente días después tuvimos una discusión por WhatsApp a partir de la cual todo se derrumbó.

Yo había mostrado mis miedos y prejuicios hacia sus actividades de la New Age (yoga, programación neurolingüística, tarot, el zodiaco y otros tantos temas). Ella siempre se mostró madura, tranquila, en paz. Yo me mostré débil, inmaduro, egoísta, intolerante. ¡Cómo no se iba a molestar! Pero lamentablemente, ella quedó herida.

Ambos nos guardamos las cosas. Yo más que ella. En parte por no querer molestarla o hacerla sentir mal. A parte a mí se me dificulta hablar, por lo que solía expresarme mucho de manera escrita, ya fuese por cartas, email, mensajería de WhatsApp o Facebook. Ella se expresaba conmigo cuando ya no aguantaba más. Y al parecer aguantó mucho.

Le avisé con tiempo que llegaría cerca de la una y cuarto. Me tardé en terminar la carta y otros detalles que tenía pensado regalarle, por eso salí más tarde de la casa, casi al cuarto a la una. Ella me contestó que ahí me esperaba. Llegó temprano.

Traía mi jersey morado de Magic Johnson, con el número 32 y el logotipo de los Lakers. Hoy, efectivamente, era nuestra trigésima segunda cita juntos. Recordemos que fue en la novena cita cuando iniciamos ella y yo nuestro noviazgo. Quería al menos llevar algún símbolo para recordar esta fecha.

Arribé a Céntrika poco antes de la una y media. Al entrar por el área de las comidas tomé el celular y le llamé. Me encaminaba hacia el Wal-Mart cuando no tardamos ni dos minutos en encontrarnos. Se hallaba sentada en una banca. Me acerqué a saludarla, esperando un beso en la boca. Sus labios se dirigieron deliberadamente hacia mi mejilla derecha. Reconocí esta señal. No dije nada, pero me desagradó este acto.

Le pregunté entonces desde qué horas se encontraba en Céntrika. Me dijo que tenía casi una hora, pues salió temprano de su clase de bellydance. Le pregunté que cómo le había ido. Me decía que tuvo dificultades al realizar ciertos pasos. Falta de práctica. Ha estado Majeaux muy ocupada y por su trabajo a dejado de hacer cosas que a ella le gustan.

Ya en la área de comidas me dijo que quería comida corrida, lo cual se traducía a algún platillo de Buchakas. Así que caminamos todo el perímetro de los mostradores de cada franquicia hasta llegar a lo que ella quería. Pedimos de comer y seguimos platicando brevemente del trabajo.

Me dijo que posiblemente tendría que seguir trabajando desde su casa para resolver problemas de su trabajo. Ella y sus compañeros se encargan del diseño y funcionamiento de la página web de Banorte. Yo le platiqué de mi día laboral anterior, el cual consistió en seguir traduciendo, revisando y corrigiendo los archivos de los métodos analíticos de Procter & Gamble, además de convivir incómodamente con mi compañera [Melissa].

Tras varios minutos nos entregaron nuestra comida. Ella había pedido pollo en mole con arroz y calabaza. Yo pedí filete de pescado con arroz y puré de papa. Ella terminó su comida antes que yo. Yo, a pesar de que tenía algo de hambre, comí lento. Normalmente como más rápido. Hacía como tres horas había almorzado en mi hogar. Pero me sorprendía que tuviera hambre, aunque fuese poca.

Seguimos conversando de nuestras familias y actividades. Le pregunté qué película le gustaría ver. Ella mencionó la de "Practicante de moda" (The Intern, con  Anne Hathaway y Robert de Niro), mencionando "Dicen que está buena". También incluyó las de "Peter Pan" y la de "Hotel Transilvania 2". Me pareció buena idea la de The Intern, pero igual esperaba a que más tarde ella escogiera.

Yo le decía que la verdad no sabía qué otras películas se estaban presentando, y ella dijo, "Yo ya ni sé qué día es, ..." y continuó mostrando una cierta molestia o desánimo. Y la entiendo perfectamente. Comprendo por lo que ha estado pasando. Le dije que si nos íbamos yendo hacia el cine. Asintió y tomamos los platos y vasos y los desechamos.

Cuando nos fuimos del área de comidas le presenté mi mano izquierda para poder tomar su mano derecha. Ella no me respondió el gesto y entonces decidí meter mis manos a los bolsillos del pantalón. Ella hizo lo mismo. Le compré un chicle. A mí ya no se me antojaba nada.

Ya a un tercio del camino para llegar al cine le pregunté que si estaba molesta.  Ella inicialmente dijo que no, solo que estaba muy estresada por el trabajo y muy cansada. Y como yo ya había hecho la gran primera pregunta, no quise perder el hilo y entonces comencé a desarrollar lo que sería el prólogo nuestro desenlace.

Proseguí pidiéndole perdón porque la vez pasada que nos vimos (dos semanas atrás) me quedé muy callado cuando ella me preguntó que cómo me sentía. Yo le había dicho que "Bien", aunque me quedaba quieto, sin decir más. Ese día mi mente pensaba muchas cosas pero mis labios no podían pronunciar nada más. Al final le dije que la extrañaba mucho y que la quería demasiado. Le pedí perdón esa vez. Le expresé lo mucho que me gustan los detalles que al parecer ella ya no estaba teniendo conmigo. Eso fue lo poco que le pude expresar hace dos domingos.

Ahora le reafirmaba mi respuesta. Me disculpé nuevamente porque siempre he batallado para expresarme frente a frente. Hace años que no tenía una novia. No salgo mucho y no suelo frecuentar a mis amigos. Yo sabía muy bien que ella se desesperaba conmigo por estas cosas. Yo le pedía paciencia. Ella comenzaba a enfurecerse. Lamentablemente, aquí fue donde comenzó el auge de su ira.

Comencé a ver a una Majeaux Mará harta, furiosa. Se le notaba en los ojos. Comenzaba a tener movimientos bruscos. Me apuntó en varios momentos con el dedo. Yo solo me retraía, me quería alejar. Aún así la veía a los ojos. Yo quería llorar. Era una lucha contra mis errores. Errores que al parecer ella no perdonó. Errores que yo estaba dispuesto a enmendarlos.

Me dijo de varios detalles que le molestaron. Cosas que nunca pensé que podrían ser razones para considerar abandonar una relación. Cosas tan simples como no ser caballeroso (aunque fuese sin tener la intención de no serlo). Ella dijo que ya no se sentía a gusto, que no sabía si ésto (nuestra relación) era lo que ella quería para ella. Siempre sentí como si la relación fuese para ella y no para ambos.

Fue entonces que le pregunté "¿Y qué hacemos entonces? ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres tomarte un tiempo, que ya no nos hablemos? ¿O quieres tomar una decisión?" Ella seguía indecisa. "¿Quieres terminar la relación?", le pregunté, proponiéndole al parecer la mejor opción. Ella asintió. "Pues que así sea. Con que uno ya no quiera...", y seguí diciendo cosas ya sin poder pensar mucho.

De todas formas nos agradecimos el tiempo y los momentos buenos. Le comenté que a pesar de todo, pasé muy bonitas cosas a lado de ella. Ella ya no me dijo gran cosa. Le dije que le echara muchas ganas al trabajo, que se cuidara mucho. Que ella merece lo mejor. Nos abrazamos una o dos veces más.

Yo no quería terminar la relación. Pero ella ya no aguantaba. Ella fue la primera en rendirse. ¿Acaso fui tan malo? ¿Acaso fui la peor persona del mundo? Reconozco que debo de trabajar en mi madurez emocional, en ser un hombre más seguro, más firme, más caballeroso, más flexible, respetuoso y tolerante.

Pero no puedo negarlo, yo deseo una mujer que sea, preferentemente, una católica practicante. Que ame a Dios sobre todas las cosas. Que sepa reconocer sus propios errores y que sepa pedir perdón y perdonar. ¡Cuántas veces no le pedí perdón a Majeaux y ella al parecer nunca me perdonó! ¡Cuántas veces ella no cometió errores también y casi nunca escuché palabras de su boca para pedirme disculpas!

En esta relación hubo orgullo por parte de ambos, y al parecer alguien nunca pudo tragarse su orgullo.

Fue así que oficialmente terminamos nuestra relación, el día de hoy, 11 de octubre, en nuestra trigésima segunda cita. Fue un noviazgo de cuatro meses y medio. Duramos aproximadamente cuatro meses saliendo antes de ser novios. Nos conocimos por internet. Nunca había pasado tantas cosas bonitas con una mujer.

Pero bueno, por algo suceden las cosas.

Tras habernos despedido, cada quien tomó su camino. Ella se dirigió en teoría hacia su casa. Yo ya no volteé la mirada. Gracias a que no fuimos al cine, me ahorré dinero. (Ya sé, ¡qué tacaño!)

Más tarde me encontraría con mi verdadero gran amor, Jesucristo. Fui a Il Asoiroir y me presenté ante el Santísimo Sacramento, alcancé a rezar junto con algunos hermanos la Coronilla de la Divina Misericordia. ¡Hermosa oración! Estuve un rato ante Dios, llorando y pidiéndole por mi corazón y el de mi, ahora, exnovia. Luego pasé a misa, fui a confesarme, comulgué y escuché la palabra de Dios.

Yo desde hace casi un mes que comencé a pedirle fervorosamente a Dios por esta relación. Incluso estaba dispuesto a abandonar la relación por el bien de ambos. Le pedía una señal. Y qué mejor que terminar nuestra relación en la cita número treintaidós, mi número favorito. Claro, yo no pensaba hacerlo, pero la relación es de dos personas y no de una.

Estos días pasados recé algunas novenas y al parecer sí recibí una respuesta. No precisamente la que yo quería; sin embargo, acepté la voluntad de Dios y ahora sigo adelante.

En serio yo deseo la sanación de Majeaux Mará. Deseo que algún día encuentre a una persona que la haga muy feliz, que la acepte completamente y que la respete. Y que ella también ame mucho a su futura pareja. Le deseo lo mejor. Pero más deseo que ella logre convertirse y regrese al verdadero camino de la salvación, que se acerque a Dios, a la Iglesia y que abandone todas esas mentiras de la Nueva Era.

Claro, Dios sabe muy bien por lo que Majeaux está pasando. Él sabe muy bien cómo trabajar. Él en su plena sabiduría sabrá guiarla. Y espero entonces que ella comprenda el por qué de mi insistencia.

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